jueves, 5 de octubre de 2017

¿Eres una persona resiliente? ¿Por qué es importante la resiliencia?

No todas las personas reaccionamos del mismo modo a la adversidad. El devenir de la vida nos traerá siempre situaciones más o menos complicadas de resolver y/o traumáticas, y frente a una situación similar dos personas pueden reaccionar de manera muy diferente. Mientras que habrá quien parece resolver una situación con relativa facilidad, otras personas pueden sentirse bloqueadas frente a la misma situación y generar importantes niveles de sufrimiento emocional.

Esto se debe a que respondemos en función de nuestra historia de vida, de los aprendizajes y habilidades que hemos desarrollado a lo largo de la misma. No hay dos historias de vida iguales, por lo que no veremos  dos respuestas idénticas aunque puedan
ser similares. Ahora bien, esto no quiere decir que no podamos aprender a desarrollar ahora habilidades para afrontar con éxito las dificultades de la vida a posteriori. Os lo contamos…  

Una de las habilidades más estudiadas en el afrontamiento de situaciones vitales difíciles y/o traumáticas, así como de los problemas del día a día, ha sido la resiliencia. Se ha definido como la capacidad de una persona para superar y hacer frente a diferentes situaciones difíciles e incluso traumáticas de su vida. Incluso, se agrega que es la que nos permite salir fortalecidos tras la situación.  

Cuanto más resilientes somos, mayor capacidad tenemos de reestructurar nuestros 
psicológicos en función de lo que necesitemos, nos volvemos más flexibles frente a la adversidad. En parte, es como tener mayor facilidad para identificar nuestra propia caja de herramientas, junto con la capacidad de poder seleccionar lo que necesitamos para cada situación.

Para quien al leerlo considere que no tiene mucha resiliencia, la buena noticia es que no se trata de una capacidad innata y estática. Se adquiere y desarrolla a lo largo de la vida. En muchas ocasiones la desarrollamos de manera natural, en la medida en la que nos suceden cosas. Pero conocer las características de las personas resilientes nos puede ayudar a potenciar esta habilidad en nuestro día a día. Os las contamos…

Autoconocimiento. Las personas resilientes conocen sus capacidades, saben a qué pueden llegar y a qué no. Se sienten seguros tanto a la hora de aplicar lo que conocen, como a la de afrontar el pedir ayuda y buscar soluciones cuando no saben como resolver un problema.  
  • ¿Cómo podemos potenciar este área? Aprendiendo a ser honestos con nosotros mismos, de manera gentil. Pensar si hemos resuelto algo parecido antes, buscar soluciones, valorar nuestra capacidad y pedir ayuda si es necesario. Saber pedir ayuda es también una cualidad que tenemos que desarrollar.  

Creatividad en la solución de problemas. Las personas resilientes han resuelto situaciones diversas y saben ser creativas en su día a día o frente a situaciones nuevas. Afrontan aquello que es nuevo desde el reto, desde la curiosidad… y se plantean diversas soluciones y maneras de resolverlo, sin buscar una única y estática respuesta.
  • ¿Cómo podemos desarrollarlo? Buscando soluciones. Plantearnos qué tenemos delante y qué podemos hacer. Podemos hacer nuestra propia lluvia de ideas, valorar pros y contras y llevar a cabo la solución que más nos convence.

Actitud. La actitud frente a la adversidad va a ser fundamental. Una persona resiliente se permitirá sentir todo aquello que tenga que sentir, no quiere decir que no aparezcan emociones desagradables. Pero sí es una manera de afrontar desde la movilización, desde el qué viene después, que van a hacer. Una actitud de no paralizar su vida por lo que ha ocurrido.  
  • ¿Cómo la podemos desarrollar? Siendo honestos con nosotros mismos. Pararnos un segundo a pensar… ¿Cómo quiero vivir? ¿Merece la pena paralizar mi vida por esto que me está ocurriendo o lo vivo y continúo viviendo en la dirección que es importante para mi? Cambia muchísimo el bienestar percibido y la rapidez de vuelta a la normalidad.

Objetividad sin pesimismo. Es una capacidad de ver las cosas como son, no maquillar la realidad. De vivir y aceptar lo que nos está ocurriendo que no podamos cambiar, sin paralizarnos y hundirnos en una espiral de pensamiento sobre ello. Se trata de buscar cómo vivir esa situación,  sin dejar de lado nuestra vida ni generalizando que todo vaya a ir mal. La realidad es que nunca sabemos qué va a ocurrir después.
  • ¿Cómo lo logramos? De manera similar a lo anterior… ¿Merece la pena estancarme en esto difícil o quiero continuar mi vida?  Ver las cosas como son y buscar como podemos continuar hacia delante sin auto-imponernos barreras, ya que lo único que haríamos sería incrementar nuestro sufrimiento.

Círculo social positivo. Las personas resilientes suelen contar con un círculo de personas con las que mantienen relaciones positivas. Saben que tienen personas a las que pueden acudir, y con las que reciben vinculación social positiva. Y cultivan esas relaciones sanas.
  • ¿Cómo lograrlo? Cuidando nuestras relaciones, cimentando e invirtiendo en relaciones positivas con quienes nos importan. Y aprender a poner límites cuando se trata de relaciones menos sanas; estar dispuesto a elegir nuestras relaciones. ¿Qué nos aportan y qué aportamos?

Control en el descontrol. Admiten que no siempre tendrán el control de todas las situaciones. Se hacen responsables de lo que pueden controlar pero no se culpan de lo que no.
  • ¿Cómo lograrlo? Aprendiendo a identificar qué responsabilidad es nuestra en lo que nos ocurre y qué no. Ser gentiles con nosotros mismos sin martirizarnos por lo que no podemos controlar, y cogiendo las riendas en lo que podamos hacer. Un ejemplo sencillo: podemos perder el tranvía porque ha venido antes de lo que debía (no controlamos) y elegir coger el autobús para llegar a trabajar (esta es nuestra parte de responsabilidad).

Flexibilidad. Afrontar los cambios con rigidez nos inmoviliza si las cosas no van como esperamos. Las personas resilientes desarrollan flexibilidad y capacidad de hacer frente y cambiar conforme al proceso.

  • ¿Cómo lograrlo? Estar abiertos al cambio. Aceptar que va a implicar renuncias por un lado, y ganancias por otro. Establecer solución de problemas si surgen. Y estar dispuestos a tolerar cierta incertidumbre, no poder saber lo que va a ocurrir, e ir modificando nuestra hoja de ruta, en función de los acontecimientos.

Todo esto nos puede ayudar a ir implementando estos cambios de actitud en nuestro día a día, y desarrollar esta habilidad de afrontamiento. No obstante, en algunas ocasiones, no bastará con desarrollar estas capacidades para poder hacer frente a situaciones de nuestra vida. En ocasiones tendremos que pedir ayuda para aprender a hacer frente a lo que nos trae la vida. Y al final, saber hacerlo es también un componente de la resiliencia.

Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud. Estaremos encantadas de ayudarte.
  
Read More
      edit

jueves, 14 de septiembre de 2017

Hipnosis clínica: Desmontando mitos

La hipnosis clínica es una técnica de sugestión que resulta de gran utilidad dentro de la psicoterapia. Si bien no sirve para todos ni para todos los casos, en muchos puede resultar beneficiosa. Desgraciadamente, existe una gran incomprensión acerca de en qué consiste y una gran cantidad de falsos mitos en torno a ella. La hipnosis clínica se ha visto afectada e incluso desprestigiada debidos a falsos mitos de la cultura popular y la divulgación mediática.

¿En qué consiste la hipnosis clínica?  
La hipnosis cínica en psicoterapia es una técnica empleada por psicólogos formados, en el contexto de una terapia. Se trata de una técnica que permite al terapeuta trabajar desde
el registro emocional en el que experimentamos lo que nos sucede y lo que nos ha sucedido en nuestra historia vital. No funciona como una psicoterapia en sí, sino que se trata de un instrumento más dentro del abanico de técnicas del psicólogo. De acuerdo con la literatura científica, emplear esta técnica dentro de la psicoterapia facilita y acelera el proceso de cambio terapéutico, siempre en el marco de una terapia más amplia adaptado a la idiosincrasia de cada paciente.

Desmontando falsos mitos
Alrededor de la hipnosis han surgido una gran cantidad de mitos, mantenidos sobre todo por la cultura popular, los medios  y el mundo del espectáculo. Esto genera en muchas personas reticencia inicial frente al uso de esta técnica. A continuación, os comentamos algunos de los principales mitos activos y que no deben preocuparos a la hora de trabajar con ella en terapia.

La hipnosis genera un estado de inconsciencia en la persona.
  • Durante la hipnosis la persona es consciente de lo que está ocurriendo. Es cierto que durante el estado hipnótico, la persona sí entra en un estado de concentración y atención focalizada diferente al habitual, pero no pierde la conciencia en ningún momento.

La hipnosis elimina la voluntad de la persona. Si me hipnotizan, pueden obligarme a hacer algo que no quiero.
  • La persona nunca perderá la conciencia, como se comenta anteriormente, ni la voluntad. Mediante hipnosis no se puede inducir a nadie a hacer nada que no desee. La persona hipnotizada tendrá capacidad de control dentro del estado hipnótico, necesario de hecho para seguir las inducciones del terapeuta y pudiendo incluso ejercer interferencia. Aunque en este estado percibamos un funcionamiento diferente en nuestra conciencia, no perdemos la voluntad.

En estado hipnótico es imposible mentir y se contesta a todo lo que te preguntan.
  • En la línea de lo anterior, la persona no pierde la voluntad y no hará ni dirá nada que no desee. Aunque mediante hipnosis la persona acceda a contenidos a los que fuera del estado hipnótico no accedería, tiene voluntad y control sobre lo que dice mientras los tiene y elige que contestar a lo que le pueda preguntar el psicólogo.

La hipnosis es peligrosa. Existe riesgo de quedarse en trance y no poder salir, quedado a voluntad de la persona que hipnotiza.
  • Llegados a este punto de la entrada, muchos/as de vosotros/as ya estará contestando que no a esta pregunta. La persona no pierde el control ni la voluntad, y tiene capacidad de salir de este estado. Puede darse el caso de que haya personas a las que le cueste un poquito más salir de este estado de conciencia pero en ningún caso se van a quedar enganchadas al mismo. Además, se trabajará siempre con un profesional formado, lo que nos garantizará seguridad.

La hipnosis induce un estado similar al sueño.
  • En ocasiones, la hipnosis se puede emplear para inducir estados de relajación, con los ojos cerrados, motivo por el cual se puede cometer esta confusión. Pero la hipnosis no es un estado de sueño. Durante estados hipnóticos la persona puede sentirse activada, completamente vigil y experimentar emociones de gran intensidad lejos del estado de sueño. Y de hecho, si la persona llega a quedarse dormida no estaba en estado hipnótico o ha salido en algún momento del mismo.

La hipnosis puede proporcionar habilidades nuevas excepcionales.
  • Bajo hipnosis no vamos a llegar a obtener  habilidades que no tengamos. En estado hipnótico trabajamos de manera en que podemos explorar qué cosas podemos hacer en situaciones que nos traen a terapia, más allá de lo que solemos hacer. Pero son cosas que ya somos capaces de hacer. No adquirimos habilidades nuevas, experimentamos la capacidad de poder hacer algo diferente a lo que siempre hemos hecho.

La hipnosis es una terapia en sí, y permite que cambie lo que deseo en una o dos sesiones.
  • La hipnosis NO es una terapia. La hipnosis clínica es una técnica que debe emplear un profesional capacitado, en el marco más amplio de una terapia psicológica. Es una herramienta que ayuda a lo largo de la intervención, facilita la misma y acelera el proceso al permitir trabajar desde nuestra experiencia emocional. Pero no hace que de repente, sin esfuerzo, logremos del día a la mañana nuestros objetivos (por ejemplo dejar de fumar o adelgazar, dos grandes demandas en consulta). Como en toda terapia, la motivación e implicación personales son determinantes en el resultado de la misma. 

Existen más mitos alrededor de la hipnosis, siendo estos los principales. No debe preocuparnos trabajar con ella en terapia, pero sí deberemos tener en cuenta siempre que la persona con quien trabajemos debe ser una persona explícitamente formada en el uso de estas técnicas.

Si tienes cualquier duda o necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología.


Estaremos encantadas de ayudarte. 
Read More
      edit

jueves, 31 de agosto de 2017

Vive tu tristeza, tu malestar, tu ira… Para lograr avanzar

La tristeza, el miedo, la ansiedad, la ira… El espectro de emociones consideradas desagradables ha  ganado muy mala fama en nuestra cultura. Muchas personas llegan a afirmar que, si pudieran, las harían desaparecer de sus vidas.  En estos casos, llegan a argumentar que incluso, no las ven del todo normales y que para tener la vida que desean no tendrían que aparecer nunca. Ahora bien…  Piensa por un momento como sería tu vida sin ellas, sin sentirlas nunca más. Después de tal vez llegar a la conclusión rápida de que todo sería más sencillo, haz un ejercicio de reflexión realista y sé sincero/a… ¿tu vida sin ellas sería como quieres que fuera?

Las emociones desagradables nos hablan. Nos sentimos tristes frente a determinados
sucesos y situaciones. Nos enfada que nos digan algo que nos duele, ver injusticias. Nos dan miedo diversas situaciones. Pero si no reaccionásemos de esta manera, no cambiaríamos nada, no actuaríamos. Quien no siente dolor frente a algo no pone remedio. Tener miedo puede sernos útil, sentir una ligera ansiedad nos ayuda a prepararnos para lo que está por venir. En su medida y cuando no llega a problemas clínicos que nos bloquean, todas las emociones son de alta utilidad.

Lo que sentimos y vivimos ahora nos habla en función lo que hemos vivido (y como lo hemos procesado), en función de nuestro contexto. Permitirnos sentirlo en el momento, nos permite continuar. Tiene que quedar claro que todas las personas sienten todas las emociones desagradables, aunque no siempre coincida lo que las elicita. Pero tienen su razón de ser, y como son útiles para nosotros tenemos que aprender a escucharlas y VIVENCIARLAS, sin juzgarlas ni juzgarnos. Sentirlas para poder procesarlas y vivir nuestra vida al máximo.

Realizar esta tarea nos está permitiendo dos cosas: escucharnos a nosotros mismos y cuidarnos a nosotros mismos. Cuando lo hacemos, podemos analizar y procesar nuestras emociones. Si no lo hacemos y no las procesamos, será cuando podamos caer en cuadros clínicos.

Tenemos que recalcar que con lo anterior no nos referimos a engancharnos a nuestras emociones. Se trata de dedicarles un cierto tiempo de atención y análisis, permitirnos examinarlas sin juzgarlas ni juzgarnos por sentirlas. Nos dedicamos un tiempo para, posteriormente, ponernos en acción. Hacernos responsables de nuestras emociones de esta manera nos da el último empujón para convertirnos en actores de nuestra propia vida y de nuestro día a día.

A continuación, os damos algunas pautas que os pueden ayudar a escuchar vuestras emociones y regularlas en el momento en el que van apareciendo. Os servirán para atender a las emociones, procesarlas y llevar a cabo vuestra vida diaria con normalidad.
  • Atiende a tus emociones: Valora como te sientes, cuándo has empezado a sentirte así y por qué. Identifica cómo sientes esta emoción, mental y físicamente. Observa la emoción física, como si fueras un observador externo y vívela sin juzgarla ni juzgarte.
  • Vive y examina tus emociones: Permítete dedicarle un tiempo, aunque no demasiado, a sentir y atender a esa emoción como hemos aprendido a hacer. A partir de ahí, examínala, evalúa qué puedes hacer y qué no puedes hacer. Responsabilízate de lo que esté en tu mano y permítete soltar lo que no. A partir de ahí, movilízate.
  • Actúa: Si se trata de una situación a la que puedes ponerle una solución, hazlo. Si no, vive las emociones que eso te genera y  haz lo que harías de no sentirte así con la mayor normalidad posible. Para ello es de gran ayuda identificar con el tiempo nuestros valores y metas, qué es importante para nosotros. Para poder llevar a cabo acciones que nos hagan sentir una vida valiosa – sean cuales sean las emociones que hemos percibido. Permítete actuar conforme a lo que tú quieres y es importante para ti.  
  • Cuídate: Siempre atiende a tus necesidades, pero sobre todo en estos momentos.  

Sabemos que es una tarea que puede resultar algo complicada y que resulta más sencillo decirlo que hacerlo. Resultará cada vez más sencillo con la práctica. No obstante, en ocasiones, podemos sentirnos desbordados debido a un contexto o situación en particular o tratarse incluso de un cuadro clínico. Cuando no sabemos como gestionar estados más complejos, necesitaremos pedir ayuda y ponernos en manos profesionales.

Si necesitas orientación o tienes alguna consulta, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología.


Estaremos encantadas de ayudarte. 
Read More
      edit

viernes, 11 de agosto de 2017

Redes sociales: ¿afecta el uso que les damos a nuestra autoestima?

Vivimos en un mundo mediatizado e informatizado. Las “nuevas tecnologías” son el pan de cada día para casi todo lo que hacemos en nuestra vida diaria y se han introducido en nuestra manera de relacionarnos, a través de las redes sociales y portales de mensajería. Estas se han convertido en una poderosa herramienta para compartir información e interactuar con otras personas de manera instantánea.

Si bien en un inicio se asoció el boom de las redes sociales a un uso más característico de la juventud, la realidad es que cada vez más personas de todos los cohortes de edad las utilizan de manera habitual. Lo que sí es cierto, es que su uso podría ser algo diferente en función de la edad; y que sería más habitual de los jóvenes el uso disfuncional y/o compulsivo.

La vida real vs. La vida virtual
Las redes sociales tienen diversos beneficios, entre los que destacaría personalmente el poder comunicarnos con personas con las que de lo contrario, no podríamos mantener un contacto habitual. Aún así, el uso de las redes sociales puede suponer un doble rasero. Las redes sociales nos mantienen siempre conectados, y cada persona selecciona cuidadosamente la realidad que quiere mostrar a los contactos a través de su red. 

Elegimos mostrar lo mejor de nosotros mismos, situaciones poco comunes, acontecimientos muy bien seleccionados, nuestra versión más admirable. Al final casi todo lo que publicamos dice cosas positivas de nosotros y creamos “vidas perfectas virtuales”.

En algunos casos, sobre todo en personas más jóvenes, aparece una tendencia de mostrar una imagen que difiere en gran medida de la real; hablamos ya no solo de mostrar la cara más positiva de sí mismos, sino de generar una personalidad diferente a la real, una imagen completamente nueva. Diversos investigadores llaman la atención sobre ello, ya que algunos estudios se aventuran a afirmar que incluso, estas personas mostrarían una personalidad diferente o rasgos diferenciados para cada red social.

No obstante, no quiero decir ni mucho menos que querer mostrar lo mejor de nosotros mismos o compartir lo positivo que vemos en nuestro día a día en las redes sea algo negativo; es lógico que queramos mostrar nuestra mejor faceta. El problema no está en compartir más o menos auto-fotos. El problema radica cuando hacemos todo esto para recibir admiración y validación social. Cuando mostramos nuestra “maravillosa vida” o nuestra “personalidad” a través de las redes buscando “likes”, que nos digan lo geniales que somos, la envidia que tienen del viaje que hemos hecho. Que depositemos nuestro valor sobre lo que recibimos de los demás en las redes.

Siendo sinceros, a todos los que utilizamos las redes sociales nos gusta ver indicativos de que la gente aprecia o da valor a nuestras publicaciones. Pero… ¿podemos permitir que sea tan determinante para nuestro autoconcepto y autoestima? ¿Un simple click tiene tanto valor? Cuando la respuesta es sí, es cuando se torna dañino para la autoestima y es síntoma de un problema mayor. Generalmente, son usuarios más jóvenes quienes depositan tanto valor a lo que obtienen de sus redes sociales

¿De qué otras maneras afecta a la autoestima?
Otra manera en la que las redes nos pueden afectar a la autoestima es a través de la comparación. Las personas tendemos a decidir qué está bien o mal, qué es normal o no lo es, a través de lo que consideramos normativo en nuestro entorno. Pues bien, lo mismo viene a ocurrir para el caso de las redes sociales. Los estímulos diarios y constantes que recibimos a través de facebook, instagram, twitter… Todo lo que nuestros contactos comparten sobre “como es su vida” hace que inmediatamente la comparemos con la nuestra. En ocasiones, tras “checkear” las redes sociales podemos tener un sentimiento de desánimo o ligero ánimo deprimido. Ver tantas imágenes “perfectas” o “lugares paradisíacos” que no tenemos y no conoceremos genera un fuerte impacto sobre nosotros mismos.

Además, actualmente en la sociedad nos encontramos en un punto en el que la imagen, la apariencia, parece primar más la esencia de nosotros mismos. Que nos quieran se relaciona directamente casi con la imagen que perciben los demás y esta se mide en el éxito en las redes sociales. Parece increíble al leerlo, ¿verdad?

La manera de interaccionar en las redes sociales es un reflejo de nuestra vida
La manera en la que utilizamos nuestras redes sociales refleja en ocasiones lo que buscamos o necesitamos. De acuerdo con la investigación científica, cuando se utiliza de manera asidua y constante – podemos exceptuar aquí a personas que se ganan la vida de ello como son los y las bloggers, por ejemplo – puede indicar una importante necesidad de validación por parte de nuestro ambiente externo asociado a problemas de autoconcepto, autoestima, y problemas de mayor profundidad. Cuando le damos una excesiva importancia a la opinión de los demás, una persona con baja autoestima podría tender a emplear los medios de las redes sociales para buscar la aprobación que cree necesitar y de no lograrlo, incrementará su malestar.

Con esto no queremos decir que emplearlas signifique tener una baja autoestima, ni que todas las personas que las utilizan a menudo la tengan. Lo que sí quiere decir es que en ocasiones la red social puede suponer un medio, y contraproducente además. Cuando la finalidad de compartir contenidos es distinta a poder mostrar a personas conocidas algo, para lograr un fin personal, es cuando debemos activar nuestras alarmas.

Las redes sociales son una buena plataforma para relacionarlos y compartir momentos. Pero siempre debemos tener presente que: lo que compartimos es accesible a todos nuestros contactos – y puede que más; que son plataformas para relacionarnos y entretenernos; que su uso será perfecto, independientemente de la cantidad, siempre que no lo utilicemos para compensar problemas de autoestima u otras carencias emocionales; que son superficiales y no contienen la esencia, ni mucho menos, de la persona que está detrás de ese perfil.

Las diferentes razones en las redes sociales
Ahora que conocemos estos procesos, vamos a ejemplificar con diferentes razones para compartir los mismos contenidos en redes sociales, lo que nos puede ayudar a detectar comportamientos problemáticos. No tendrá el mismo impacto si:
  • Compartimos un selfie para inmortalizar y compartir un momento porque queremos compartirlo, que porque queremos “que vean lo genial que somos y fardar"
  • No será lo mismo un selfie por diversión que por validación
  • No será lo mismo compartir algo por el gusto de compartirlo que por “enviar” mensajes a otras personas.
  • No será lo mismo compartir para presumir que para compartir.

De acuerdo con un reciente estudio, quienes compartían mayor cantidad de selfies al día en las redes sociales solían tener una autoestima más baja, ya que lo hacían con la finalidad de obtener me gustas.

¿Qué podemos hacer para evitar que nos afecte?
  • Primero, ser realista y no comparar: lo primero que tenemos que tener presente es que todo lo que publicamos y publica la gente está seleccionado. Que todos hagan “tantas actividades” no quiere decir que toda su vida sea así. O que tengan más o menos likes no significa que sean mas o menos queridos.
  • No indagar en la vida de los demás: a menudo, las redes sociales se convierten en un plató de investigación para las personas. Además de que no tendríamos que perder valioso tiempo de nuestra vida con eso, lo que vemos no es la vida ni siquiera la persona: es lo que ha decido compartir. Es una pequeña parte.
  • No medir nuestro éxito a través de nuestros contactos: ni el número de amigos de facebook, twitter, instagram… ni de likes equivalen a nuestro éxito vital o como personas.

Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.

Estaremos encantadas de ayudarte. 
Read More
      edit

jueves, 3 de agosto de 2017

Vivir conforme a nuestros valores nos ayuda a sentirnos más satisfechos con nuestra vida

A lo largo del tiempo y la historia se ha escrito y hablado mucho acerca de la felicidad; existen libros, vídeos, películas, canciones, poemas... Se ha teorizado como se logra, todo el mundo la busca, y en ocasiones las personas pueden hacer recaer el peso de lograrla en conseguir ciertos objetivos en la vida. No obstante, no resulta complicado ver el problema de este razonamiento. En ocasiones, podremos esforzarnos al máximo y no lograr aquello que deseábamos y por lo que hemos invertido tanto tiempo. Si reducimos aquello que llamamos nuestra felicidad a ello, cada vez que no logremos nuestros objetivos sentiremos una gran frustración y nos generará una importante crisis vital.

Junto a lo anterior, tenemos que fijarnos en lo siguiente. Todos podemos  pensar acerca de gente que podría considerarse feliz a pesar de no haber logrado todo lo que deseaban. Y por otro lado, podemos ver gente que puede afirmar que tiene todo lo que había deseado pero aun así no se siente feliz.

¿Qué hay de detrás de todo esto? Lo cierto es que cada persona es un mundo y habrá una gran cantidad de factores personales y del contexto que influyen. No obstante, me gustaría matizar que en primer lugar, se ha asociado erróneamente a la felicidad el no sentir emociones desagradables, lo que no sería cierto. Es irreal pensar que por muy bien que puedan irnos las cosas, no vamos a sentir emociones desagradables. En el abanico de emociones que sentimos a lo largo de nuestra vida, tenemos que aprender a dar cabida a todas ellas y que esto no quiere decir que nuestra vida no valga la pena. Por ello, me gustaría hablar más que de felicidad de un balance de vida satisfactoria, sentir que tenemos una vida valiosa, considerando todo lo que pueda venir y afectarnos de manera lícita.

Por otro lado, me gustaría centrarme en aquello sobre lo que hacemos recaer nuestra consideración de satisfacción vital y la percepción de vida valiosa. Al comienzo del artículo, hemos puesto de manifiesto como parece haber personas que a pesar de las adversidades, consideran que tienen una vida satisfactoria; y otras que dicen no tenerla a pesar de lograr todo lo que desean. Por supuesto, serían dos polos de un continuum de posibilidades y de nuevo influirán muchos factores individuales. Pero un elemento clave y sobre el que me gustaría centrarme es el de la vida conforme a nuestros valores personales.

Cuando vivimos por y para lograr objetivos y metas en nuestra vida y hacemos recaer nuestra satisfacción únicamente sobre conseguirlos o no, nunca estaremos del todo satisfechos. En cambio, cuando vivimos conforme a nuestros valores personales vamos a aprender a vivir la vida de manera algo diferente. Con esto no quiero decir que tengamos que dejar de lado las metas que nos marcamos, ni que no tengamos que luchar por nuestros objetivos; tampoco que no podamos experimentar tristeza, rabia, decepción, cuando no los logremos. Sino que no le pongamos a estos objetivos todo el peso de nuestra felicidad y nuestro bienestar.

Si vivimos conforme a la fidelidad a nuestros valores personales, vamos a poder experimentar todo el rango de emociones que nos generan las diferentes situaciones vitales que vivamos, incluyendo la decepción, la sensación de fracaso, la tristeza, la ira, cuando un objetivo no es cumplido… Pero sin perder esa percepción general de satisfacción y vida valiosa, aunque lícitamente pueda no sentirme bien en este momento.
Tenemos que delimitar a qué nos referimos por valores personales. Cuando hablamos de valores nos referimos a un concepto que metafóricamente podría compararse con el horizonte; es un horizonte vital. Los valores son una guía que nos permiten actuar en nuestra vida conforme a lo que es importante para nosotros.  Y en lo que se refiere a valores, no existirán ni mejores ni peores. Cada persona, debe hacer aquí un ejercicio de introspección y establecer cuáles son sus direcciones vitales; que es lo que de verdad importa para sí.

Se trata de una tarea de introspección importante y un poco difícil en ocasiones. Para ello, primero cabría delimitar qué áreas son las más importantes en nuestra vida (familia, relaciones de pareja, relaciones sociales, trabajo, educación, ocio, autorrealización, espiritualidad, salud y bienestar… o cualquier otra área importante que identifiquemos). A continuación, para esclarecer nuestros valores nos tenemos que preguntar: ¿cómo quiero ser en esta área? ¿qué es importante para mi en cada una de ellas? Y clave aquí también, ¿como de importante es cada una? Para establecer qué dedicación haré a cada una de ellas…

Otras preguntas que pueden ayudarnos a delimitar estos valores pueden ser: ¿cómo me gustaría ser recordado/a el día de mañana? ¿cómo me gustaría verme de aquí a 10 años? Sea como sea, se trata de identificar aquí en qué dirección queremos movernos en nuestra vida, delimitar lo importante y conforme a lo que vamos a actuar. Independientemente de lo que los demás tengan como prioridad o los valores que tengan; cada persona tienen sus valores y vivir conforme a ellos será lo que traiga esa satisfacción global con la vida.

Es posible que al responder a lo anterior hayan surgido metas u objetivos: conseguir un trabajo, un ascenso, conseguir una casa, sacarse un grado… Esto no serían valores. Los valores serían la dirección que hay detrás: Ser una persona que se esfuerza por lo que le importa. Lo anterior, vendría como manera de actuar frente a los valores. Y es que el siguiente paso tras identificar nuestros valores, es realizar acciones en función de ellos, para cultivar esas áreas importantes para nosotros. Si mis valores tienen que ver con la familia, puedo realizar acciones en las que me preocupo y estoy con mi familia; si mis valores tienen que ver con ser una persona bondadosa, puedo realizar acciones todos los días en dirección a ello; si es ser una persona trabajadora, puedo esforzarme en todo lo que haga.

Por supuesto, cuando actuamos conforme a nuestros valores,  habrá algunos objetivos que pueden no depender solo de nosotros y que no lograremos; al igual que otros serán sencillos de conseguir. Cuando vivimos conforme a nuestros valores, siempre habrá pequeños objetivos que darán valor a nuestra vida y que son muy posibles (por ejemplo, ayudar a alguien que me importa si mi valor es el de estar para quienes me importan). Cuando actuemos conforme a nuestros valores y aún así no logremos un objetivo o meta importante, seguiremos sintiendo todo un abanico de emociones desagradables. Pero no será el mismo impacto cuando tenemos al menos la satisfacción de haber actuado de manera coherente y respetuosa con nosotros mismos; y tener identificadas las áreas que me importan, y que quiero trabajar en mi día a día, me permitirá continuar actuando conforme a mis valores a pesar del mal momento, y seguir sintiendo una satisfacción de trasfondo. En este momento, nos faltaría ser amables con nosotros mismos, atender a nuestro auto-cuidado y delimitar: ¿qué quiero hacer ahora?

Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.

Estaremos encantadas de ayudarte.
Read More
      edit

miércoles, 12 de julio de 2017

¿Por qué puede costarnos desconectar durante las vacaciones? Algunas razones y pautas de mejora.

En pleno período estival, muchas personas estarán disfrutando ya de sus ansiadas vacaciones o les quedará poco para poder hacerlo. Parece que por fin, tenemos un tiempo para desconectar y que dedicar a nosotros mismos. Por fin vamos a poder hacer esa escapada que tanto deseábamos, podremos hacer todo lo que hemos planeado hacer con nuestro tiempo libre, o simplemente nos vamos a permitir descansar y relajarnos. Pero… ¿De verdad logramos desconectar fácilmente durante este tiempo? Muchas personas dirán que sí, pero para otras, sobre todo en función del tipo de trabajo que desempeñen u otras responsabilidades, desconectar de las durante el período vacacional resulta una tarea compleja. De acuerdo con datos recientes, se estima que en torno al 40% de las personas en nuestro país les cuesta desconectar durante este tiempo o que tardan al menos una semana en lograrlo.

Y… ¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto desconectar, y más si llevan tiempo deseando poder hacerlo? Parece un proceso paradigmático, pero... ¿qué está ocurriendo?

Lo cierto es que un hecho candente es el tipo de trabajo. No será lo mismo lo que le cueste desconectar a una persona asalariada en una empresa que sabe que cubrirá su puesto durante su ausencia, que si se trata de una persona cuyas responsabilidades no pueden cubrirse adecuadamente durante el período de marcha. Ni qué decir del caso de personas que llevan un negocio y depende de su atención el mantener contacto con los clientes y/o gestionar el negocio.

En términos de un perfil individual, si nos olvidamos un poco del tipo de trabajo, las personas a las que más les cuesta desconectar suelen compartir un sentimiento de responsabilidad muy elevado para con su ejercicio profesional, así como una identidad profesional (“yo como trabajdor/a”) muy elevada. Incluso, puede que algunas de estas personas se traten de lo que se ha denominado como “adictos al trabajo”, quienes no pueden desconectar en ningún momento y experimentan elevados niveles de estrés y fatiga física y emocional. En estos casos, aparece una importante disonancia entre el estrés que les puede generar no trabajar y la conciencia de necesidad de tomarse unos días de descanso.

A lo anterior se suma el momento en el que nos encontramos actualmente. En plena era de las nuevas tecnologías estamos constantemente conectados, por lo que podemos seguir conectados a nuestras responsabilidades laborales y familiares en todo momento. Especialmente candente en el caso de estas personas que tienen que estarlo debido a que son dueños o dueñas de su propio negocio, la conexión constante al móvil y/o redes no nos permite disfrutar si estamos todo el tiempo pendientes, como lo estaríamos en período no vacacional.

¿Por qué es importante desconectar?
Los períodos vacacionales no solo suponen una liberación de tiempo que dedicar al descanso y a lo que nos gusta. Algunos estudios han encontrado que desconectar durante las vacaciones afecta de manera importante a nuestra salud física y mental y es necesario para mantener un equilibrio óptimo. El descanso favorece la regulación y  equilibrio hormonal relacionado con la respuesta de estrés principalmente, además de otros procesos.

En relación con lo anterior, cabe destacar la calidad-tiempo de estas vacaciones. Los cambios neuroquímicos y procesos reparadores que “vienen de la mano” de las vacaciones dependen del tiempo y la calidad de las mismas. Estos cambios suelen comenzar a aparecer tras la primera semana de las mismas, ya que en promedio suele ser el tiempo que necesitamos para lograr desconectar de verdad de nuestras responsabilidades. No obstante, de lo que dependerá de manera crucial que se produzcan estos beneficios o no, será de la calidad de descanso de nuestro tiempo: mientras logremos desconectar de verdad se dará el cambio. De lo contrario, aunque tengamos un período vacacional muy amplio, poco vamos a lograr…

¿Qué podemos hacer para lograrlo?
Lo primero de lo que nos tenemos que mentalizar para aprender a disfrutar de nuestras vacaciones es lo siguiente. Tenemos que aprender a tratarnos con amabilidad y cariño: aprender a permitirnos disfrutar de nuestro tiempo libre, aunque suponga no estar pendientes todo el tiempo del trabajo y otras responsabilidades. En muchas ocasiones, el problema radica en que no somos capaces de soltar esa responsabilidad y al final no nos permitimos desconectar, por lo que no lo logramos.

Por otro lado, existen varios “tips” que podemos seguir para que esta tarea nos resulte más sencilla:

  • Dejar todo lo que podamos cerrado será un gran alivio para esta presión. Cuantos menos temas pendientes queden para nuestra vuelta, más nos permitiremos desconectar de lo que nos espera a la vuelta y podremos marchar de vacaciones con tranquilidad.
  • Planificar las vacaciones y delegar adecuadamente las responsabilidades del trabajo e incluso familiares te ayudará a irte con una mentalidad más tranquila. Saber que aquello de lo que te ocupabas queda cubierto te permitirá desapegarte de la responsabilidad para lograr desconectar. Organizarnos con nuestros compañeros o hacer saber a nuestros clientes, si es el caso, de que vamos a tomarnos unos días de vacaciones.
  • Desconecta de las tecnologías. Estamos constantemente conectados. Salvo que necesites estar pendiente por motivos de urgencia, permítete desconectar de las nuevas tecnologías y de estar en constante contacto con los demás, sea en términos de telefonía, redes sociales, o los que consideres conveniente. Si necesitas estar atento/a al teléfono debido a motivos de gerencia del negocio, intenta marcarte ratos en los que no estés pendiente del mismo e intenta delegar en la medida de lo posible.
  • Viaja en la medida de lo posible y permítete disfrutar y descubrir todo lo nuevo de los lugares que visites; buscar un lugar en el que desconectar y descansar. Si no es posible realizar ningún viaje, descubre parajes en tu ciudad o comunidad autónoma, haz pequeñas excursiones y permítete fascinarte con aquello que encuentres. O simplemente, descansa.

Si necesitas asesoramiento u orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud,

Estaremos encantadas de ayudarte. 
Read More
      edit

miércoles, 14 de junio de 2017

Ser compasivo con uno mismo: En que consiste y que genera

La capacidad de sentir compasión por nosotros mismos/as, o autocompasión, se entiende como como la habilidad de tratarnos con amabilidad y comprensión. Supone un pilar fundamental para aprender a querernos y mejorar nuestro bienestar. No significa auto-compadecernos de nuestra vida ni de lo que nos ocurre constantemente, sino que nos referimos aquí a la capacidad de tratarnos amablemente si erramos, para resolverlo. De acuerdo con la Dra. Kristin Neff, investigadora de la universidad de Texas en este área, se define de hecho como un tratarse a uno mismo con gentileza, ser capaz de reconocer las propias luchas como parte de la experiencia humana y ser capaz de prestar atención consciente a pensamientos y sentimientos dolorosos sin juzgarlos ni juzgarnos por tenerlos. Ser capaces de perdonarnos por haber hecho las cosas de manera diferente a como desearíamos para poder movilizarnos hacia lo que deseamos y hacia una solución a lo que haya podido surgir. Permitirnos sentir lo que sentimos para poder resolverlo.

Aprender a tratarnos con cariño y amabilidad a nosotros mismos, de la misma manera que podríamos hacer con otras personas, nos ayudará a llevar mejor diferentes situaciones. Protege y mejora nuestra autoestima, cuando nos permitimos no ser perfectos: porque nadie lo es. Cuando aprendemos a hacer esto, cada vez que cometamos fallos o que actuemos “mal” de acuerdo con nuestro criterio moral, nos estaremos permitiendo no identificarnos con ese suceso. Nos permitimos errar para no definir que por ende ya “hay algo mal en mi” y “ya no valgo”.

Emplear esta forma de autocuidado puede ser especialmente revelador para personas que son muy autocríticas consigo mismas. La autocrítica está bien en el sentido de identificar y mejorar: pero se vuelve despiadada cuando es desproporcionada, o nos fustigamos por lo que encontramos, minando nuestra autoestima. Si observamos desde la distancia, aprendiendo y perdonándonos, podemos realizar la misma mejora sin agredir a nuestro propio concepto.

¿Cómo afecta la falta de compasión por uno mismo?
Cuando no nos permitimos sentir compasión y tratarnos con amabilidad, hay una relación directa con nuestra propia autoestima. Pero además, ejerce una importante influencia en nuestro estado emocional: va a venir de la mano de fuertes anclajes en ira, tristeza, ansiedad, vergüenza, frustración…

Además, puede venir de la mano de altos niveles de ansiedad. Cuando nos exigimos hasta límites muy altos y no nos tratamos con cariño cuando no los alcanzamos, estamos en constante estado de crispación, movimiento y alteración.

Aspectos positivos de la autocompasión
Además de afectar positivamente a lo anterior, ser auto-compasivos nos va a ayudar en otras áreas. A la hora de recibir críticas y halagos, nos permitirá recibirlos desde la  estabilidad: ni creernos mejores ni peores que otras personas. Además, cuando aprendemos a tratarnos de esta manera incrementamos la auto-valoración que hacemos de nosotros mismos a pesar de que podamos enfrentarnos a situaciones complicadas, suceda lo que nos suceda. Aprendemos a no depender tanto de las valoraciones externas (aprobación de los demás, logros, atractivo…) e incrementa por ende la autoestima, como se comenta anteriormente. Además se comparan menos con otras personas lo que se traduce en la manera de relacionarse con los demás.

¿Qué implica ser auto-compasivo, para lograr serlo?
Es una manera diferente de encarar nuestras emociones: quiere decir aceptarlas como son, reconocerlas y aceptar tenerlas. Notarlas, aceptarlas y vivirlas, además de perdonarnos si cometemos errores (los cuales reconoceremos y desde esta actitud actuaremos por resolver) impulsados por ellas. Además, vivir que forma parte de la experiencia de ser humano.
El primer paso para ser compasivo con uno mismo es la toma de conciencia. Aprender a ser conscientes de qué sentimos en cada momento, con cada una de las cosas que nos suceden en la vida. Es esencial aprender a notar tanto las emociones agradables como las desagradables (que en ocasiones podemos etiquetar como negativas). Ponerles nombre y limitarnos a reconocerlas y ser consciente, sin juzgar ni criticar: como si fuéramos espectadores, para analizar lo ocurrido y establecer qué queremos hacer y cuál es nuestra pauta de actuación. Ayúdate a ti mismo/a.

 ¿Qué no es ser auto-compasivos?
No tenemos que confundir, no obstante, términos. Auto-compasión no significa “regodearse” en la sintomatología que tengamos ni a la auto-complacencia. No significa sentir pena por uno mismo ni evadir nuestra responsabilidad. Sino mantener una actitud amable frente a los sucesos que nos permita actuar en consecuencia a lo que corresponda pero sin generarnos dolor ni sufrimiento. Nos permite decir: Me acepto y me quiero como soy, y decido cambiar esta manera de actuar, movilizarme para lograr algo diferente a lo que ya tengo. Y resulta complicado, ya que es muy fácil aprender a autocriticarnos y ser duros con nosotros mismos pero la contraria es mucho más complicada. 

No significa sentir lástima. Sentir lástima por uno mismo lleva a sumergirnos en los propios problemas, olvidando que otras personas pueden tener problemas similares y generando un sentimiento egocentrista, percibimos que “solo nos pasa a nosotros”, exagerando el sufrimiento que acarrea. Además, sentir lástima se diferencia en que estas personas se dejan llevar por el propio “drama emocional” y se sienten bloqueadas. En cambio, tratarnos con compasión y amabilidad nos permite generar conciencia sin dejar de actuar. Ver todo con una perspectiva mucho más amplia.
Tampoco ser compasivo es ser indulgente. No quiere decir: “estoy estresado, así que dejaré todo lo que tenía planificado para hoy y me quedaré todo el día haciendo el vago”. Pero sí significa permitirnos estar estresados, ansiosos, tristes, iracundos… y actuar desde nuestro plan de acción y no desde la emoción.

Conclusiones
Por todo lo anterior, y considerando los niveles de evidencia empírica al respecto, podemos considerar la auto-compasión como una habilidad muy valiosa para nuestro día a día que mejorará nuestro bienestar en el momento de ponerla en práctica.
Sea como sea, no siempre será tarea fácil. Dependiendo de nuestros niveles de auoexigencia, conciencia emocional, y manera de afrontar y procesar las diversas emociones que hay en el amplio abanico emocional del ser humano (sobre todo con respecto al desagradable) puede constarnos más o menos aplicar esta manera de actuar.

Además, si emocionalmente nos encontramos en un período de fatiga o sobrecarga, podemos vernos en una fase percibida como bloqueo que no nos facilitará la tarea. Esto no quiere decir que sea imposible, sino que tal vez necesitemos ayuda profesional para lograr aprender a estar de esta manera.

Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.


Estaremos encantadas de ayudarte. 
Read More
      edit

martes, 2 de mayo de 2017

Cuando dejamos de hacer lo que siempre hemos hecho...

A lo largo de nuestra vida  hemos pasado, pasaremos y puede que lo estemos haciendo ahora, por épocas de “catarsis” emocional. Cuando nos enfrentamos a nuevos retos, metas, eventos vitales estresantes… Podemos sentirnos desbordados/as y cuando no sabemos como gestionar todo esto, podemos sentirnos bloqueados. Como si no supiéramos como o por donde continuar.

A menudo, y cada vez más por la sociedad en la que nos encontramos, podemos recurrir al pensamiento mágico. Esperar que todo se solucione solo, y además, ya. Estamos acostumbrados, sobre todo en la nueva era de la información, a tener todo al instante y sin casi esfuerzo. Además, a través de la medicina nos hemos acostumbrado a que si algo nos duele, nos tomamos una pastilla y ya está. El mal ha desaparecido. Cuando ocurren situaciones que requieren esfuerzo emocional, podemos no saber hacerles frente, tenemos una muy baja tolerancia a la frustración y poca paciencia. Y además queremos que todo se solucione “por sí solo”.

Esta manera de pensar es lógica si se analiza, pero al final supone una trampa para nuestro propio cerebro. Entramos en una rueda de la que cada vez será más complicado salir. Si no nos encontramos bien emocionalmente y nos quedamos quietos, no podremos salir nunca de ese estado. Si hacemos lo mismo que siempre hemos hecho y no nos ha funcionado, tampoco. Nadie vendrá a resolver nuestras situaciones, problemas, y en definitiva nuestra vida, por nosotros.

La única manera de salir de la rueda es ponernos en movimiento. A pesar de que sea duro, y de que nos duela. Pero si nos quedamos inmóviles esperando una solución o hacemos lo que siempre hemos hecho, no lograremos nuestras metas. Ya que como enuncia Steven Hayes, “si siempre haces lo que siempre has hecho, siempre obtendrás lo que siempre has tenido”.

Cuando nos colocamos frente a esta idea, en un momento de catarsis emocional, puede ser muy complicado. Muy bien, sí, no puedo hacer lo de siempre, no me lo van a solucionar, tengo que cambiar mis acciones… ¿pero yo que hago? No existe una solución ni una respuesta adecuada a esta pregunta. El ser humano, desde la curiosidad, tiene capacidad para inventar y generar respuestas, infinitas. Para dar posibles soluciones. Igual intentamos 20 soluciones nuevas que no nos funcionan, pero tal vez la 21 sí lo haga. Y simplemente el hecho de ponernos en marcha y de buscar activamente soluciones ya rompe nuestra rutina de actuación. Nos puede ayudar a estar mejor. Y una vez rota esta rutina, nos será más sencillo poder hacer algo diferente.

Para ilustrar esto último, podemos poner un ejemplo sencillo. Imagina que acabas de comer y sabes que, si te sientas en el sofá, vas a terminar quedándote dormido/a o enganchado a lo que estén dando en la televisión. Sabes que sentarte en el sofá, para ti, es un punto de no retorno. Y aún así es lo que haces siempre. Ahora bien, si sabemos esto y cortamos antes de sentarnos en el sofá… Hacemos algo diferente, como sentarnos en una silla de la cocina… ¿Haremos lo mismo? No podemos saberlo, pero si nuestra conducta cambia lo que ocurre después puede hacerlo también.

Si cortamos esa cadena y en lugar de sentarnos en el sofá nos sentamos en una silla de la cocina, por ejemplo. Tal vez nuestra respuesta a continuación cambie. O no. No podemos saberlo, como decimos no hay una única solución. Pero… ¿Vale la pena intentarlo si conseguimos algo distinto a lo que ya tenemos? Nunca tendremos la certeza de lo que acompaña a nuestras acciones, pero podemos elegir actuar conforme a lo que es valioso para nosotros y ver si de verdad nos guía a ello. Permitirnos ser flexibles, probar diferentes opciones… Tal vez, nos permita salir de donde estamos. O no. Pero la única certeza que tenemos es que manteniéndonos estáticos, seguro que nos quedamos siempre en el mismo exacto punto.

Todo lo anterior puede parecer abstracto, y en ocasiones va a ser necesario acudir a ayuda profesional cuando nos encontramos frente a esas situaciones que nos desbordan.

Si crees que puedes necesitar orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.
Estaremos encantadas de ayudarte.


Read More
      edit

lunes, 10 de abril de 2017

Miedo al fracaso: ¿Como podemos logar nuestros objetivos a pesar de sentirlo?


Piensa por un momento en diferentes proyectos, ideas, objetivos o metas que te hayas planteado en algún momento de tu vida. Sirve que sea en cualquier área de ella. Pero intenta pensar si en algún caso has rechazado alguno de esos planes solo porque no estabas seguro/a de poder lograrlo. ¿Se te ocurre?

Si es así, has experimentado la consecuencia última del miedo al fracaso: dejarse llevar por él y asumir que no podemos hacer algo, que no es lo nuestro. En el momento en que percibimos ese miedo a fracasar, o a no hacer las cosas lo suficientemente bien, interpretamos o derivamos que eso significa que en efecto, no podremos. El temor al fracaso puede bloquearnos hasta el punto de mantenernos inmóviles. Cuando este bloqueo (que no la aparición del miedo) ocurre y nos quedamos inmóviles, repercutirá
directamente en la satisfacción que tendremos con nuestra vida. Cuando somos incapaces de actuar para con lo que queremos, nuestro miedo aumenta disminuyendo nuestro bienestar: no lograré nunca lo que me propongo. No soy válido/a. Y empezamos a limitar más y más nuestras vidas.

Todo el mundo tiene y ha tenido alguna vez miedo al fracaso y ha fracasado en algo. Es innegable que sentirlo es desagradable y que nadie dirá que quiere experimentarlo. No obstante, temer al fracaso es humano e inevitable. Nuestro cerebro piensa y siente constantemente sin que podamos controlarlo. Ahora bien, dependerá de nosotros, de cómo nos relacionemos con ello y lo que hagamos a posteriori, el como afectará  a nuestra vida y si derivaremos en un estado emocional u otro.  En este sentido, lo primero que habrá que aprender a hacer es a sentir el miedo sin juzgarlo. Identificar cómo lo sentimos y que pensamos y dejar que esté ahí. Así, podremos permitirnos indagar para identificar que es lo que exactamente te da miedo, cual es el reto real y qué te está bloqueando.

Si hay algo físico y real que te impida lograr tus objetivos, habría que trabajar en ello. Pero si hablamos del miedo al fracaso… ¿qué te impide lograr lo que quieres, aparte de hacerle caso a ese mismo miedo? Aprender a sentirlo y reconocerlo nos permite notarlo y aún así, actuar. Cuando lo identifiques, proponte visualizar tus metas y trazar un plan de acción: tener delimitados los pasos nos proporciona seguridad y calma para hacerlo además de incrementar nuestra eficacia. Se trata de identificar y visualizar todos los pasos e ir marcando pequeños objetivos, a cumplir uno a uno hasta la meta final. Permítete no presionarte por lograr tu objetivo ya, ve cumpliendo tus pasos. Visualiza como sería tener éxito en todas ellas para posteriormente poder hacerlo tú. Además, crea un plan B. Incluso aunque nos enfrentemos a los miedos y demos los pasos necesarios, puede que no logremos lo que buscábamos. Plantéate alternativas, qué hacer después, cual será el siguiente paso si esto no va bien. De esta manera no tendrás la sensación de que “todo ha acabado”.

Sea como sea, ten en cuenta que el fracaso es un término algo subjetivo. ¿Qué es fracasar? ¿Qué implica en tu vida? ¿Si fracasamos una vez se acaba todo? Es una palabra y el poder de la misma reside en el significado que socialmenete y relacionalmente le hemos asignado. Si incluimos el fracaso como algo dentro del aprendizaje… ¿no cambia nuestro punto de vista?

La razón por la que el miedo a fracasar es tan intenso es por la concepción común que parecen compartir muchas personas que lo sufren. Por un lado, se asocia a sentimientos de impotencia: “Si he hecho todo lo que sabía/podía y no lo he logrado… ¿ahora qué? Nunca conseguiré mis metas”. Por otro, a veces tendemos a definirnos y calificarnos en términos de los éxitos y fracasos de nuestra vida. A veces hasta determinamos nuestra valía de ello. Pero… ¿de verdad solo somos lo que hemos hecho y lo que no? ¿Solo se basa en ello nuestra identidad?

¿Y si el fracaso es real?
Hasta ahora hemos hablado del miedo al fracaso, pero… ¿qué ocurre cuando el fracaso es real? Todos fracasamos en nuestras vidas, no una ni dos veces. Es imposible que todos nuestros proyectos e ilusiones acaben siempre en buen puerto. Y no existe una fórmula mágica para vivir ese fracaso “como si no hubiese pasado nada”, porque de hecho, vivirlo de esa manera no sería siquiera útil. La gran verdad acerca de cuando fracasamos es que hay que aprender a convivir con él cuando se da para aprender de él. Porque hasta del más estrepitoso de ellos se sacan enseñanzas: y una enseñanza, un aprendizaje siempre será un éxito. Como ya dijera Henry Ford, “el fracaso es solo la oportunidad de comenzar de nuevo de forma más inteligente.”

Dependiendo de en qué hayamos fracasado, es cierto que puede suponer un momento duro y que las emociones que vendrán serán desagradables. Pero todo ello nos está diciendo algo: que era algo que nos importaba o que al menos, nos importaba el logarlo. Aprender de ello será clave para en el futuro poder lograrlo o para aprender para otros proyectos. Un fracaso nos dice que algo no ha salido bien. Porque nos hemos equivocado o incluso por causas externas que no fueron tenidas en cuenta. Es momento de reflexión y de hacer un nuevo plan de acción para modificar lo que no nos sirve y continuar con nuestros propósitos. Y sobre todo de actuar.

Si no lo ves claro, te invito a que hagas un breve ejercicio. Piensa en la última vez que consideraste que habías fracasado en algo. ¿Lo tienes? Ahora piensa que hiciste.
Si la respuesta es sentirte triste, ansioso, deprimido… Y no salir de casa, tomarte unas copas de más, aislarte… Te invito a que pienses: ¿Para qué te sirvió? A corto plazo, ¿fue útil hacer eso? Seguro que sí. Durante unos momentos, aliviaría el malestar. Pero… ¿Cómo te sentiste los siguientes días? ¿Lograste finalmente eso que querías? A largo plazo, ¿te ayudó a lograr tus objetivos?

….

En cambio, si la respuesta es sentirte triste, ansioso, deprimido… Y aún así movilizarte para lograr lo que querías, piensa por un momento. A corto plazo, ¿qué tal? Seguramente fue duro. Te costaría, te sentirías abrumado/a… Pero, ¿A largo plazo? ¿Lograste lo que querías? ¿Te ayudó a lograr tus objetivos? Como mínimo, te permitiría acercarte a ellos. Y esto rompe con el círculo que comentábamos al principio del artículo, en el que nos inmovilizamos y comenzamos a sentirnos más insatisfechos. En cambio, nos encaminamos hacia objetivos vitales lo que a la larga, incrementa nuestra satisfacción con la vida.
En muchas ocasiones, a pesar de compartir esta visión, puede resultar muy complicado lograr hacer frente a estas emociones y más todavía si nos encontramos en un momento vital complicado.

Si necesitas asesoramiento o ayuda, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.


Estaremos encantadas de ayudarte. 
Read More
      edit

jueves, 2 de marzo de 2017

Vivir el presente: ¿por qué es tan importante y cómo podemos empezar a hacerlo hoy?


“Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente.” Lao Tse.

Cada vez estamos más familiarizados con la relevancia de aprender a estar en el aquí y el ahora.  La práctica de mindfulness está en auge, y cada vez más personas empiezan a aprender la importancia de aprender a prestar atención plena al momento presente. Pero que centrarnos en el momento presente es bueno para nuestra salud mental no es una idea nueva…  Todo lo contrario, es muy antigua. Qué mejor manera de ilustrar esto, que la frase con la que comenzamos este post y atribuida a Lao Tse, quien viviera en el siglo VI a. C.

Cuando nos anclamos al pasado, a rumiar de manera incesante sobre aquello que nos ocurrió y no podemos cambiar o sobre lo bien que estábamos antes y lo mal que estamos ahora en comparación, podemos sentir tristeza, desesperanza, rabia. Y lo peor de todo es que si no podemos hacer nada para cambiarlo y nos anclamos a ello, no podremos resolver esas emociones. Por otro lado, cuando nos atascamos en pensamientos y rumiaciones sobre lo que va a ocurrir en el futuro, caemos de nuevo en las trampas de nuestro pensamiento. ¿Alguien puede predecir lo que pasará, exactamente, en los próximos 5 minutos? Anticipar nuestro futuro no solo es inexacto, sino que en muchas ocasiones nos lleva a ponernos en lo peor y a  generarnos una ansiedad anticipatoria que bien manejada nos ayudará, pero que mal manejada podrá bloquearnos. Ahora bien, tampoco se trata de evitar pensar sobre ello. Observar nuestro pasado y nuestro futuro no implica necesariamente malestar,  evitar hacerlo también es contraproducente, el problema es anclarnos a ello… ¿Vaya lío, no?

En realidad hablamos de observar el pasado y el futuro desde nuestro presente. Esto puede parecer un pequeño matiz pero marca una importante diferencia en como conceptualizamos todo lo que nos ocurrió y lo que creemos que nos ocurrirá. Y para lograrlo, lo que tendríamos que conseguir son dos componentes fundamentales, entre otros:
Aprender a disfrutar y a vivir el aquí y el ahora, a saborear cada momento sin dedicar toda nuestra atención a lo que pensamos. Sino a lo que estamos haciendo, a lo que estamos vivenciando. Ahora.
Aprender a no juzgar nuestros pensamientos, observarlos sin juzgar. Tener un pensamiento no quiere decir ser ese pensamiento. La manera en la que pensamos y sentimos tiene sentido en tanto a nuestra historia personal en interacción con componentes biológicos. Nuestro cerebro aprende a pensar y sentir de determinada manera por lo que nos sucede desde que nacemos. Pero tenemos capacidad de decidir y actuar conforme a lo que tenemos. Podemos elegir si hacerle caso a pies juntillas a lo que pensamos, o si aceptamos que tenemos un pensamiento por la historia de nuestra vida, pero elegimos actuar conforme a nuestros valores.

Y ahora bien… ¿Cómo hacemos todo esto de “centrarnos en el momento presente”?
Practicando. En nuestro día a día, podemos realizar diferentes ejercicios cortos y sencillos de atención plena, que nos sirvan para centrarnos en el momento presente. A medida que vamos realizándolos, vamos interiorizando estas maneras de actuar y automatizando la capacidad de centrarnos en el ahora. Puede acabar, incluso, tornándose en una habilidad que podemos emplear a gusto del consumidor cuando nos sea necesario.  Existen una amplísima cantidad de ejercicios de diferente dificultad que podemos realizar, desde pequeñas cosas en nuestro día a día hasta llegar a largas y profundas meditaciones. Nosotros os queremos dejar algunos ejercicios breves, sencillos y muy conocidos de atención plena, que podéis incluir sin problema en vuestro día a día:
  • Respiración consciente: todos los días, nos dedicaremos unos minutos. En ese momento, nos permitiremos estar en contacto con nosotros mismos. Nos colocaremos cómodos, y nos centraremos en nuestra respiración: en como inspiramos y espiramos, como se siente el aire en nuestros pulmones… Si vienen pensamientos, simplemente los dejaremos estar. Detectar que estamos pensando aquí no será un error, ni estar haciéndolo mal. Es algo bueno: nos permitirá simplemente volver a atender a la respiración, cambio que cada vez podremos realizar con más facilidad.
  • Escáner corporal: en esos minutos diarios que nos dedicamos a nosotros mismos, podemos también hacer un breve escáner por todos los músculos del cuerpo. Tras centrarnos en nuestra respiración, atender a todo nuestro cuerpo desde la punta de los dedos hasta la cabeza, identificando cualquier tensión que pueda haber. La identificaremos y gentilmente, nos permitiremos soltarla. Como si cada una de esas respiraciones que hacemos recogiese la tensión de nuestro interior y la dejara marchar en cada espiración.
  • Ser conscientes de la rutina: ¿Se os ocurre alguna actividad rutinaria y breve? Lavarnos los dientes, por ejemplo. Elegid una actividad de este tipo y prestad máxima atención a lo que estáis haciendo. Como es el tacto del cepillo, la textura del dentífrico, el sabor… como si tuvieseis que describirlo al más mínimo detalle. ¿Otra actividad todavía más rutinaria? Cerrar la puerta de casa. Cuantas veces nos habrá ocurrido  el salir de casa y no recordar si hemos cerrado: es porque no estamos prestando atención. Un breve ejercicio de atención consciente es aprender a prestar atención a esas tareas que no lo hacemos: centrarnos por ejemplo en el tacto del pomo de la puerta. ¿Está frío? ¿es suave? ¿qué forma tiene?
  • Cuando tengas que esperar para algo o vayas de camino a algún sitio: Elige uno de los cinco sentidos y céntrate en el. Por ejemplo, si vas por la calle, céntrate en cómo se sienten los pies en el suelo.  Como si tuvieras que describir con exactitud cómo es el tacto del asfalto. O en tu olfato, en describir todos y cada uno de los olores de la calle por la que estás caminando.
  • Observación consciente: elige un objeto y, durante unos minutos dedícate observarlo. Obsérvalo sin juzgar, con admiración: como si fueses la primera vez en tu vida que ves algo similar. Algo con lo que puede resultar sencillo empezar, por ejemplo, es una vela. En una habitación con luz tenue, enciende una vela y obsérvala durante unos minutos, con fascinación y admiración, sin juzgar. Limítate a observarla y si aparecen pensamientos déjalos ir. ¿Qué tal la experiencia?
  • Comer consciente: ¡También con la comida podemos prestar atención plena! A día de hoy, con nuestro ritmo de vida, tendemos a comer rápido, con la televisión encendida… Prueba a, cuando puedas comer tranquilamente, comer y dedicarte única y exclusivamente a eso. A centrarte en los sabores, los olores, las texturas de la comida… sin distraer tu atención con televisión ni similares. No solo ayudará a prestar atención consciente al ahora, sino que además permitirá comer despacio y favorecerá la digestión. Y sobre todo, permitirá disfrutar al máximo de los sabores y olores, de las texturas, de la comida que hemos ingerido.

Practicar este tipo de ejercicios puede ayudarnos a, poco a poco, descentrarnos de los pensamientos que están en otro tiempo y aprender a centrarnos en la vivencia actual. ¿Por qué? Aprender a centrar la atención en algo que ocurre ahora, nos permite desarrollar cada vez más la habilidad de gestionar nuestra atención de manera que no la dediquemos en exclusiva a esos pensamientos situados en otro tiempo y de esta manera no entrar “en bucle”. No obstante, en ocasiones, puede ocurrir que ese anclaje al pasado o futuro nos supere y no nos valga con practicar ejercicios de este tipo. En ese momento, sería necesario acudir a ayuda profesional.

Si necesitas asesoramiento o crees que podrías necesitar ayuda, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.

¡Estaremos encantadas de ayudarte!


Read More
      edit

Artículos publicados